Viajes a Theah

lunes, 28 de febrero de 2011

Cuando llego Dimitri Capitulo 1

- Señorita Ludmilla, hay un viajero que pide refugio…- dijo María sacándome de mis pensamientos.
- Prepárale algo caliente, pues afuera hace frío, saldré a recibirle- dije algo melancólica mientras bajaba la escalera atusándome mi rojiza cabellera. Cual no fue mi sorpresa cuando vi plantado al hombre más extraño que he visto en mi vida. No era un ussuro normal y corriente, era uno de esos kossoros de Molhyna. Padre me habló de ellos en una ocasión: eran los jinetes más duros de toda Theah y cuando algún invasor osaba poner sus pies en nuestra querida tierra servían orgullosamente al Gaius como jinetes.
- Mi nombre es Dimitri Sirkovich Koukoubenko- dijo, haciendo una reverencia y mirándome con sus ojos verdes, ¿tendría el don?- y apelo a que me deis esta noche cobijo para continuar mi viaje mañana.
- Acepto-dije con una sonrisa mientras María venía con dos cuencos de sopa caliente. Cenamos animadamente, charlando acerca de su largo viaje desde Molhyna hasta Ekaternava. Luego de darse un baño de vapor, se retiró con una botella de vodka a dormir.

A lo largo de mi vida he visto muchos amaneceres, pero ninguno tan importante como el de aquella mañana. Me encontraba en mi habitación, arreglándome cuando escuche a María llorar abajo. Por un momento pensé que Koukoubenko estaba propasándose con ella pero cuando pasé junto a su habitación el kossoro se encontraba dormido. Cuando bajé la encontré llorando, junto a un retrato destrozado de padre.

- ¿María? Por Theus, ¿Qué has hecho?
La criada sollozaba y sollozaba y aventuró a decirme.
- Señorita, su padre… era inocente…
- ¿Cómo?
- Me obligaron a poner esas cartas en su arcón- acertó a decir entre sollozo y sollozo.
- ¿Quién?- la agarré fuertemente por el brazo- te juro por Theus que si tuviésemos el knut…
- Un eisseno… me dijo que si no lo hacía me mataría, pero ya no temo a nada señorita Ludmilla, estoy dispuesta a desdecirme de mi afirmación. De hecho, se quién puede ayudarnos… el señor Igor Kirilenko.

Kirilenko… le recordaba bien, era un socio de padre y quizás poseyese una información que me pudiese ayudar. Cuando desperté de mis pensamientos me encontré con Koukoubenko, que se había levantado alarmado creyendo que había pasado algo grave. Le tranquilizamos y le preguntamos si podíamos acompañarle a Pavtlow, a lo que aceptó encantado. Es un hombre muy amable.

Llegamos a Pavtlow el día de la Fiesta de Matuska. Toda la ciudad se había engalanado para tan importante festividad. Me hubiese gustado disfrutar de la fiesta, pero estaba demasiado ocupada en los funestos sucesos que llenaban mi mente. Llegamos a la casa de Kirilenko y allí encontramos a cinco tipos con pinta de forasteros que se encontraban intentando pedir audiencia con el señor Kirilenko. Ellos tuvieron que esperar al día siguiente, pero a nosotros se nos hizo pasar enseguida.

- ¿Y bien?- me dijo.
- Mi Padre… María acaba de confesarme que era inocente de los cargos que pesaban sobre él y pensé que quizás vos pudieseis ayudarme.
Igor Kirilenko me miró, entrelazó las manos y dijo:
- Ludmilla, tu padre tenía enemigos muy poderosos… Te digo esto porque te quiero como a una hija – su voz aquí tembló- es mejor que te alejes de Ussura mientras yo lo remuevo todo. Tienes que marcharte, ¿me entiendes? Pero ahora, disfrutemos de la fiesta de Matushka ¿nos acompañarás? He invitado a unos posibles compañeros eissenos, quizás podrías marcharte con ellos.

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